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Por el derecho al placer

El Instituto Nacional del Placer nace como un proyecto multidimensional para recuperar nuestro derecho a habitar una vida que se sienta bien.

El placer es el lenguaje que usa la vida para cuidarnos. Nos orienta. Es una brújula que indica qué acciones nos sostienen y cómo realizarlas. Por eso se siente bien ponerse un abrigo cuando hace frío o beber agua en un día de sol. Nuestro cuerpo reconoce lo que le hace bien y responde con bienestar.

A veces creemos que el placer es solamente sexual, aunque en realidad esa palabra se refiere al eros en su sentido más amplio: la energía que nos conecta con la magia de estar vivos. El placer puede estar en cada gesto: en el movimiento, en el descanso, en la conversación que intriga, en las experiencias que nutren, en la risa compartida. No se limita a nuestros genitales, se despliega en todo el cuerpo y en toda la vida.

Lejos de ser superfluo, el placer es bienestar. Y el bienestar cumple un papel fundamental en el proyecto vital de cada persona. Negar o censurar el derecho al placer equivale a fracturar la dignidad humana.

El placer es también un camino para la creación de una comunidad ecuánime. Cuando nos permitimos sentir y escuchar lo que necesitamos, también podemos comprender mejor las necesidades de quienes nos rodean. Podemos crear consensos, celebrar encuentros, construir sociedades donde las diferencias no separen, sino que nos construyan. Una comunidad crece cuando cada persona puede desarrollarse y entregar auténticamente lo que es. 

El Instituto busca ofrecer un contrapeso a muchas de las ideas con las que fuimos educados. Tal vez crecimos aprendiendo que disfrutar es sospechoso, que primero se cumple y luego se descansa, que el cuerpo es algo que se controla y no que se escucha. Reconocer eso abre la posibilidad de nuevas formas de exploración más fieles a lo que cada quien desea y necesita.

Lo bueno o lo malo, lo deseable o lo nocivo, no son etiquetas fijas. Dependen del contexto, la historia personal y los ritmos de cada ser. Así como hay plantas que buscan sol directo y otras que se fortalecen en la sombra; algunas que viven en agua dulce y otras que crecen en la sal del mar. Ni el sol ni la sombra son buenos o malos. Simplemente, ciertas condiciones son benéficas para unas y no para otras. 

En este espacio te invitamos a que descubras quién eres para que puedas celebrar y nutrir al mundo con la maravillosa manifestación que eres.

¿Aceptas esta invitación?

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